Renovación, sostenibilidad y personalidad

El Campo 2 del Real Club La Moraleja está inmerso en un plan de transformación con el que se pretende alcanzar tres objetivos fundamentales: por un lado, la renovación de infraestructura necesaria en cualquier campo de golf con el paso del tiempo; por otro, una transformación que consiga un mantenimiento sostenible a largo plazo, que permita ahorrar todo tipo de recursos y muy especialmente, agua y, por fin, dotar al campo de personalidad propia, con una imagen renovada, moderna y atractiva. 

Quienes hayan tenido oportunidad de jugar el Campo 2 del Real Club La Moraleja en los últimos meses habrán podido comprobar por sí mismos la impresionante transformación del campo madrileño, apreciable especialmente durante los meses de invierno.

 

El campo va adquiriendo un carácter propio, claramente diferente del que presentan el resto de campos de la zona de Madrid: calles bien delimitadas bordeadas con áreas de rough de un color pardo bien diferenciado. El verde, en sus diferentes tonalidades, ya no es el único color de este recorrido gracias a la introducción de especies como la buffalo grass (Buchloe dactyloides) o a la potenciación del crecimiento controlado de la grama autóctona. Con este proceso de naturalización, que está aportando al campo un aspecto atractivo y moderno, el club está consiguiendo, además, otro objetivo importante: garantizar la sostenibilidad a largo plazo.

Tony Bonnett, Head Greenkeeper del Real Club La Moraleja, es quien nos expone las líneas principales de este proyecto.

SOTO MOZANAQUE

“Comenzamos la renovación de este campo en 2012. En aquel momento, la idea fundamental era mejorar las infraestructuras, ir renovando poco a poco los drenajes o el sistema de riego ya obsoleto, acometer un plan de renovación y construcción de caminos, etcétera”.

Cuando en 2016 las confederaciones hidrográficas limitaron el volumen de agua anual que podrían consumir los campos de golf, el plan inicialmente planteado para el Campo 2 fue cambiando: “esa limitación nos hizo pensar hacia el futuro, hacia la necesaria sostenibilidad en el mantenimiento de los campos, de todos los campos de golf. Pero también nos llevó a revisar el pasado, el diseño original planeado en 1990 por el equipo de Nicklaus Design, con Desmond Muirhead a la cabeza. Aquel diseño preveía una menor extensión de riego y un campo más natural. Todo eso fue lo que nos indujo a estudiar las posibilidades de reducir la superficie de riego y lo hemos hecho en coordinación nuevamente con los equipos de Nicklaus Design”.

En 2015 se regaban 50 hectáreas de césped C3 (hierbas de zona fría, tipo ray grass, poa anua, agrostis y festuca), hoy se ha reducido esa superficie de riego aproximadamente un tercio.

“En aquel momento, después de valorar diferentes opciones, se decidió la introducción de una variedad cespitosa, la Buffalo grass, procedente de zonas calurosas, como Texas. Una hierba que, una vez que se ha conseguido establecer, requiere muy poco mantenimiento y tiene escasas necesidades hídricas”. 

El plan era ir implantando esta variedad en los out roughs en varias etapas y así se hizo en 2016 y 2017. “El primer año, la hierba arraigó muy bien; pero el segundo, con una primavera que no fue tan calurosa, los resultados no fueron los esperados”, continúa Bonnett. “Pero, al trabajar con la buffalo grass, nos dimos cuenta de que el campo tenía una gran cantidad de grama autóctona que, en muchas áreas, se había impuesto a la buffalo grass. Por eso, ya en 2018, teniendo en cuenta todo lo aprendido, decidimos, en las zonas que aún quedaban por reconvertir, limpiar la hierba de invierno para evaluar la cantidad de grama autóctona con la que contábamos”.

Y aquí entró de nuevo en juego el factor “sostenibilidad”: la inversión en buffalo grass fue buena, pero no la óptima teniendo en cuenta que los resultados obtenidos no eran los inicialmente deseados. “Con los resultados en la mano, decidimos aprovechar la propia grama: no había que sembrar, ya estaba allí. Solo teníamos que limpiar –con la utilización del producto químico adecuado– la hierba C3 y promocionar específicamente la grama, con el fin de crear un buen tapiz sobre esa superficie. De este modo, hemos conseguido muy buenos resultados, con poca inversión y con pocos medios, aprovechando lo que ya teníamos”.

Como conclusión: ahora mismo se riegan 33 hectáreas de hierba C3 y, además, se ha conseguido definir de forma muy clara las áreas sembradas con hierba cool season, que se mantienen verdes durante todo el año, y las de C4, que adquieren colores pardos en los meses fríos.

De forma paralela ha sido necesario introducir modificaciones en el sistema de riego, con el fin de que los aspersores que se encuentran en el límite entre ambas zonas sean capaces de regar sectorialmente. 

Actuación sobre los bunkers

El proceso de transformación del campo ha continuado durante 2020, con la puesta en marcha de la renovación de los bunkers, teniendo en cuenta las mismas premisas: por un lado, la facilidad en el mantenimiento y, por otro, el objetivo de ahondar en este nuevo carácter que se quiere imprimir al campo. Añadiendo, en este caso, un criterio más: facilitar a los socios mayores la entrada y salida de los bunkers más profundos reduciendo los taludes.

Por el momento se ha actuado únicamente sobre los bunkers de los hoyos 9 y 18, que servirán como prueba para la posterior reforma del resto de bunkers del campo. Con la idea de disminuir la superficie de mantenimiento, se ha reducido también la superficie de los bunkers un 30 por ciento aproximadamente, implementando en el resto variedades cespiotosas C3: Zoysia Geo, Zoysia Zeon y Bermuda Latitude 36 (la que mejor funcione será la que se elija para los bunkers restantes). De esta forma, los contornos y los taludes de los bunkers adquieren también tonos marrones durante el invierno en consonancia con el aspecto general que está adquiriendo progresivamente el campo.

El laminado del fondo de estos bunkers se está llevando a cabo con un nuevo producto de caucho, elaborado a partir de neumáticos reciclados. “La suerte que tenemos en el Real Club La Moraleja es que contamos con cuatro campos, así que podemos probar cosas nuevas según evolucionan las soluciones técnicas disponibles. En los campos 3 y 4, los bunkers están hechos con Sand Trapper; en el Campo 1, con Better Billy Bunker. En el caso del Campo 2, hemos querido probar este nuevo producto que cumple, como el resto de sistemas, con la función de evitar la contaminación del suelo y mantener la arena; pero además proporciona un tipo de base que ayuda a sacar la bola y amortigua el golpe.

Otras posibilidades para reducir la superficie de mantenimiento

La laminación con jabre de diferentes superficies que no entran en juego y que ahora mismo requieren un trabajo de mantenimiento recurrente es otra de las iniciativas que se están poniendo en marcha en el campo. “

Lo estamos introduciendo en zonas en las que no hay grama autóctona; pero que forman parte del campo, en lugares en los que no hay riego y en los que, sin embargo, aparecen malas hierbas en primavera y otoño y, por lo tanto, requieren de mantenimiento”, explica Bonnett: “alrededor de algunos tees, junto al parking de la casa club, detrás de algún green… Son zonas pequeñas; pero muchos pocos acaban sumando algo grande y construyendo un conjunto”.

El jabre se complementa con plantas autóctonas creando un paisajismo peculiar que se utiliza ya en campos de golf en varios lugares del mundo.

“Muchos campos de golf en España se construyeron hace muchos años y ahora mismo requieren reformas que aseguren su sostenibilidad a futuro. Los diseñadores buscan laminaciones de superficie que la faciliten y que, a la vez, sean compatibles con el golf, y esa es la clave. Hay lugares, como Inglaterra, en los que no existe este problema; pero en España y en otros países con condiciones climatológicas más duras hay que buscar superficies que cumplan con dos requisitos: que no cambien la experiencia de los jugadores y, al mismo tiempo, que no requieran grandes cantidades agua. Y en eso estamos trabajando”.

Un ahorro importante

De momento, lo que se ha conseguido ya es reducir un 30% la superficie de mantenimiento (33 hectáreas ahora mismo) y previsiblemente se reducirán otras cinco hectáreas con las nuevas zonas de jabre.

Tony Bonnett calcula que el ahorro final en mantenimiento será de un 25%: “hay áreas en las que, en vez de segar semanalmente, basta con tratarlas dos veces al año. Las zonas de buffalo grass en invierno no se siegan en absoluto, y en otoño o en primavera se siegan aproximadamente cada dos semanas…”

Toda esta reconversión se ha realizado, en su mayor parte, con medios propios y con una mínima inversión (la mayor parte de ella se ha ido en cambiar los aspersores de los límites; pero lo cierto es que, con 30 años de vida, prácticamente había que cambiarlos ya). 

Pero además, la reducción de las tareas de mantenimiento en una superficie tan importante del campo permite ahora mejorar en las zonas de juego y avanzar en detalles: “todos los años se perdían roughs que había que resembrar, se perdía densidad que se era necesario tepear… Ahora estos problemas ya no se producen, estamos rompiendo un círculo vicioso: empleábamos tiempo y recursos en solucionar problemas y ahora ese tiempo y esos recursos los empleamos en mejorar y en avanzar”, añade.

Y, por fin, el hecho de definir claramente el campo, delineando las superficies de riego al detalle, va a suponer una gran ventaja cuando se cambie el sistema de riego que, dada su antigüedad, no tardará mucho en ser una necesidad. El nuevo sistema de riego estará perfectamente adecuado a la superficie que debe mantener.

Árboles propios de la zona

También el arbolado debe estar acorde a las condiciones climatológicas y de suelo de la zona. El Campo 2 se construyó sobre una superficie sin árboles en la que, posteriormente, se plantaron, sobre todo, pinos que han ido adquiriendo un gran porte sin generar un sistema radicular profundo y esto es un problema: con la lluvia y el viento, acaban cayendo.

Los pinos suelen desarrollarse en zonas más arenosas y secas y sus raíces crecen en busca del agua. En un campo de golf no les hace falta profundizar para encontrarla y ahí se genera el problema.

Por eso, una vez que se ha hecho un estudio de todo el arbolado, se están sustituyendo los árboles que caen o que están enfermos por especies más adecuadas para la zona de Madrid, en concreto, alcornoques. “También en este caso tenemos que pensar de forma sostenible; pensar en nuestro campo no ahora mismo, sino dentro de 20 años. Estamos plantando árboles que funcionan perfectamente aquí, que tienen carácter y, aunque su establecimiento sea más lento, el resultado final será mejor”.

Un campo con un carácter diferente

La experiencia del Campo 2 del Real Club La Moraleja está dando unos resultados impactantes: “si lo haces bien, con un objetivo claro, marcando líneas muy definidas y zonas con diferente paisajismo, el resultado estético es muy bueno”.

Y así, este campo presenta ahora diferentes tonos de verde durante el verano, mientras que en invierno, la ray grass, la agrostis y la poa anua se mantienen en sus tonalidades verde oscuro y la grama y la buffalo grass se vuelven completamente pardas. Es decir, en verano, se parece a cualquiera de los otros campos de la Comunidad de Madrid y en invierno es un campo del tipo de los de Scottsdale, Arizona.

Este contraste, junto al nuevo paisajismo a partir de jabre y planta autóctona, cambia por completo la experiencia de los jugadores: el entorno, el aspecto, la apariencia estética es completamente diferente y, además, las calles y los greenes están en mejores condiciones de juego porque a ellos se dedica una parte fundamental del esfuerzo de mantenimiento.

GOLF LA MORALEJA.

Gracias al Real Club La Moraleja y a Tony Bonet por el interesante artículo y sus fotos.

Fuente: Atodaplana

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